Corrupción, torpeza y desastres naturales
Los días previos a que terminara el 2004 fueron especialmente caóticos, cruentos y sobre todo injustos. Desde el tsunami ocurrido en Tailandia, el incendio de Buenos Aires o de Filipinas, me han servido para darme cuenta hasta que punto pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo. ¿Qué más da que en un sitio fueran siete o doscientos mil los desaparecidos? Aunque yo me pregunto si da igual que el causante haya sido un desastre natural, la torpeza de alguien, o la avaricia y corrupción de los gobernantes y de gente sin escrúpulos. El maremoto se hubiera producido de todos modos, es algo que no se puede impedir, aunque aún está por ver si con los medios apropiados se hubiera podido evitar que los daños y la catástrofe fuera de tal magnitud. Es irónico ver como una zona tan paradisíaca y perfecta pueda llegar a convertirse en una tremenda necrópolis. Todos pensamos que este tipo de cosas les pasan a los demás y que nunca le van a pasar a uno. Ahora mismo pensar que algo así pudiera sucederle a mi familia o algún ser querido me resulta bastante remoto e improbable. Y es lo más lógico. Si estuviéramos con la amenaza constante de una desgracia no podríamos vivir ya que el miedo se apoderaría de nosotros.
Lo que no tiene justificación es lo ocurrido en la discoteca porteña. Como en la novela de García Márquez el final trágico ya estaba más que anunciado. Se habían vendido muchas más entradas de las que debieron, había niños cuando su entrada debería estar prohibida, algún loco prendió una bengala en medio del concierto y cuando se inició el fuego y la gente intentaba escapar vio que las puertas de emergencia estaban cerradas con cadenas. “No los mató el fuego, sino la corrupción”, oí decir a uno de los familiares durante una manifestación. Todas las muertes son injustas, pero quizás estas más. Me parece increíble que alguien pueda poner a tanta gente en peligro por un poco de plata.
En Filipinas alguien hizo que las bengalas para finalizar el año sirvieran para la despedida de siete personas que como él buscaban la forma de divertirse en un día tan especial. Su torpeza e inconsciencia por encender un petardo en un almacén lleno de explosivos lo convierten en un auténtico loco. Aunque quizás si alguien le hubiera avisado de que eso no era lo mejor para probar la mercancía seguramente se hubieran ahorrado muchas lágrimas.
La muerte es absurda sobre todo si viene de una forma tan feroz y sanguinaria, y el sufrimiento es para todos aquellos que tenemos que sobrevivir viendo como no están las personas a las que queremos y tanto necesitamos.
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